Soy padre y abuelo…y superior de los Franciscanos por la Vida. De la misma forma que muchos fundadores antes que yo, tuve familia antes de ser el Hermano Jay. El miembro más joven de mi familia es mi hermosa nieta, la pequeña princesa Katherine. Katherine celebró su primer cumpleaños en octubre 2017. Antes de continuar su historia, permítanme elaborar sobre el contexto de mi reflexión.
En el “Día de Elecciones 2017”, los residentes del Estado en el que vive mi familia eligieron a una persona transgénero a la legislatura estatal. Algunas personas estuvieron deleitadas, porque se ha progresado en la inclusividad. Otras personas se enfurecieron por la cuestión moral que la expresión “transgénero” levanta.
No voy a discutir la cuestión moral, ni tampoco las cuestiones legales o políticas. Quiero hablar de algo más importante: criar a nuestros hijos en un mundo que cambia muy rápidamente, un mundo en el que muchos cambios están en conflicto con nuestros valores, culturas, e identidades de hombres y mujeres de América. Esto no significa que todo cambio sea malo. Sin embargo, no debemos engañarnos y creer que todo cambio es bueno. Cuando algo funciona, lo mantenemos. Desechamos lo que no funciona y lo reemplazamos con otra cosa. A veces, simplemente vivimos con el vacío dejado por lo que desechamos.
Esto nos lleva de vuelta al tema de Katherine. Cuando una amistad mencionó que los padres de Katherine deberían mudarse a otro Estado para evitar “la inmoralidad” que tiene lugar en el Estado donde viven (la “inmoralidad” siendo la elección de un político transgénero), mi reacción inmediata fue afirmar que no hay sitio en los Estados Unidos ni en ninguna otra nación en el que todos vivan según los principios de la ley natural, mucho menos según la fe y la moral.
Esa misma semana leí un artículo en uno de los periódicos conservadores cristianos. El autor escribía sobre una ocasión especial, el baptismo de un infante. Lo que llamó mi atención, más que la fe del escritor o de la familia del bebé bautizado, fue el hecho que el autor hizo referencia a la Iglesia Católica como “el Titanic”. Aunque el escritor esclareció que él no cree que la Iglesia sufrirá el hundimiento del Titanic, sí afirmó que la Iglesia tiene agujeros por doquier, se está llenando de agua, y la situación está descontrolada.
Estos dos acontecimientos me hicieron reflexionar sobre las formas en las que reaccionamos frente a una nueva vida entre nosotros. Para algunos, el nacimiento de una nueva persona es causa de felicidad y ansiedad. Nos regocijamos en el nacimiento de nuestros hijos, nietos, y sobrinos. Pero debemos estar al tanto de lo bueno y de lo malo que ocurre en el mundo que nos rodea. ¿De qué otra forma podríamos proteger a nuestros hijos y enseñarles a protegerse? La ignorancia no es una bendición. Mas aquellos que hablan demasiado de lo malo, lo feo, lo pecaminoso, lo trágico, y lo desastroso no disfrutan a pleno del nacimiento de un bebé porque son hipervigilantes. El autor del artículo que leí y la persona que sugirió que los padres de Katherine se mudaran parecen ser hipervigilantes. Lo dañino de esta situación es que, aunque no debemos ignorar el mal que se halla en el mundo, debemos siempre hallar formas para que nuestros niños se desarrollen y prosperen a pesar de ese mundo que los rodea. Lo que me lleva a otra experiencia que he tenido esta semana.
Mi yerno, fotoperiodista de fama internacional, siempre tiene una cámara lista para grabar los hitos de Katherine. Esta semana me envió una fotografía y un video breve. En la fotografía, Katherine está sentada sobre el regazo de su mamá, sus ojitos pegados sobre la página de un libro que Mamá le está leyendo. La familia de Katherine (padres, tíos, y abuelos) son lectores ávidos. Desde la primera semana en la casa, todos tomaron turno leyéndole desde Dr. Seuss hasta Cicero. Katherine parece responder al ritmo de la lectura y seguir el lector con los ojos.
Recientemente, ha comenzado a caminar. Aprendió a tomar en sus manos un librito que le interese, llevárselo al papá o a la mamá, subirse sobre el sofá a su lado, y demandar que se lo lean. El papá capturó uno de estos momentos con su cámara. De ahí el video breve en el que mi nieta escoge un libro, lo abre, y comienza a “leer”.
Antes que decidamos enviar esta niña a MENSA, hay que clarificar que ella tenía el libro bocabajo y hacía sonidos mientras que sus pequeños dedos recorrían la página, algo que probablemente ha observado sus padres hacer cuando le leen.

¡A leer con Tío Julian!
Katherine nunca deja de sorprendernos. Sus padres son católicos devotos. Katherine comenzó a ir a misa la semana después de su nacimiento. Por mucho tiempo, como la mayoría de los bebés, se quedaba dormida en su canasta. Al descubrir su voz, también descubrió el coro. Cuando el coro comienza a cantar un himno, Katherine se une con su balbuceo melódico.
Un Domingo, durante una Santa Misa, algo interesante ocurrió. El cura invitó a la congregación a rezar juntos el Padre Nuestro, como siempre, pero a mucha sorpresa de sus padres, Katherine pareció entender la palabra “padre” y comenzó a balbucear su propia versión de la oración! Claramente no tenemos idea de lo que le pasa por la mente a una niña de doce meses que decide cantar y rezar en la Misa.
Mi yerno merece ser el modelo de paternidad. Es un padre excelente. Tiene cintura negra en Judo y ha estado “entrenando” a Katherine, quien chilla de deleite al entretenerse con su papá. Y como hemos mencionado, ella tiene una unión afectiva fuerte con ambos padres, que también se expresa con su deleite cuando lee junto a su mamá. Es demasiado temprano para analizar los pensamientos de Katherine. No más podemos observar y contar lo interesante que notamos.
Esto me hace volver al “Titanic” de San Pedro y a la elección del político transgénero. ¿Podrán padres como los de Katherine hallar un santuario en el que sus hijos e hijas jamás oigan de algo objetable? Probablemente no. ¿Podrán los padres impedir que el mundo cambie para lo bueno y lo malo? No estoy seguro que sea posible. ¡Ni tampoco pueden bajar los precios de las viviendas, del seguro de la salud, de la gasolina, de los servicios, y de las otras necesidades de la vida! Como todo padre, los de Katherine también deberán lidiar con la “montaña rusa” moral, los huracanes políticos, y las ideologías toxicas para nuestras mentes y almas.
Cuando vemos a esta pequeña niña prosperar a pesar de todo lo que ocurre en su entorno, debemos preguntarnos: ¿acaso hay algo imposible para Dios?
Si la madre y el padre de Katherine siguen por el “camino estrecho” y siguen proveyéndole estimulación espiritual, intelectual, física, social, y natural, en un ambiente donde ella pueda alcanzar más allá de sí misma, como en el caso de la adoración a Dios los Domingos y días sagrados, entonces quizás Katherine no crezca sin las manchas de nuestra débil humanidad, pero seguramente crecerá con el anhelo por las bendiciones que nos fortalecen en nuestro peregrinar. Esas bendiciones son: oración, libros, adoración, juegos, ejercicios, disciplina, nutrición, amor, y buenos modelos a seguir.
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